Estoy en una etapa de mi vida en la que me apetece cumplir pequeños sueños y logros. Así que, para mi cumpleaños, decidí regalarme un deseo que llevaba años postergando por una u otra razón: quería aprender a bucear. Así que no me lo pensé más, ya que mi nueva filosofía de vida así lo exigía con un “¡hazlo ahora o arrepiéntete siempre!”.
Busqué la mejor manera de cumplir mi pequeño sueño y me apunté a un curso de la PADI, con lo que me ganaría mi certificado oficial de buceador. Tras considerar muchas opciones, finalmente llegué a la conclusión más obvia: aprendería en las aguas del Caribe, concretamente en las de Santa Marta, en Colombia. ¡Si hago una cosa, la hago a lo grande!
Tengo que confesar que también quería divertirme en esa maravillosa ciudad, así que me llevé un 2x1: ¡buceo y fiesta!
Seleccioné esta ciudad colombiana por varios motivos, además de por ser un enclave ideal para bucear y practicar deportes acuáticos. Uno de los aspectos fue el propio sabor y ambiente del lugar. Siendo la ciudad más antigua de Colombia, tenía un encanto especial que ya se podía sentir en las fotos. Además, está rodeada por playas y selva, así que la naturaleza está muy presente en un estado puro. Podía explorar todo lo que quisiera, nunca se acabarían las sorpresas.
Otro de los motivos fue el económico, ya que los cursos y el alojamiento resultaron ser muy razonables. Los instructores eran profesionales reconocidos, pero sus tarifas no eran en absoluto astronómicas, como ocurre en otros sitios. Eso me dejó un dinero sobrante que aproveché para disfrutar de la gastronomía y el ocio nocturno de Santa Marta.
Algunas de las cosas que más me llamaron la atención, además del buceo, fueron estas:
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Lo puedo decir alto y claro: este sitio es una pasada. No solo porque la belleza natural virgen te dejará sin aliento, sino porque cada paso que das es una grata sorpresa. Todo resulta nuevo, lleno de colores, brutalmente natural. Es esa clase de experiencia que te puede cambiar la vida. Se diría que eres uno con la Madre Tierra al entrar allí.
Una bonita playa algo menos concurrida que la de la capital. Recuerdo tomar unos cafés absolutamente deliciosos en una cafetería pequeña pero muy típica y bien decorada, aunque ahora no recuerdo el nombre. Un sitio con mucho encanto, ideal para relajarse.
Aunque conocía a Simón Bolívar, he de confesar que no sabía apenas nada de él, salvo que luchó por la independencia de Venezuela y el resto de Sudamérica frente a los españoles. Así que visité la Quinta de San Pedro Alejandrino, lugar donde murió el libertador. Allí aprendí muchas cosas del personaje y la situación sociopolítica de la época. Y me sirvió para entender cosas de la gente de américa latina que no comprendía. La cultura siempre es muy útil para conocer tu entorno.
Al final, resultó que mi pequeño deseo sirvió para descubrir muchas cosas nuevas. No solo aprendí a bucear, sino que pasé unos días maravillosos, y muy provechosos. ¡Volveré en cuanto pueda!
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