Cuando decidí visitar La Romana, todas mis amigas me preguntaron si tenía pensado casarme, ¡porque allí siempre se iban los recién casados! Me reí y les dije que La Romana era mucho más que un sitio romántico para pasar la luna de miel. Y me propuse demostrárselo a la vuelta. Les iba a llevar un buen montón de fotos y vídeos para que viesen todo lo que se puede hacer en ese maravilloso lugar.
Y la verdad es que así fue. Pasé cuatro días increíbles, y volví con un montón de experiencias. ¡Dejadme que os cuente cómo me lo pasé!
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Nada más llegar, lo primero es relajarse y ponerse en sintonía con el lugar. ¡Así que me fui a la playa! Cuando llegué me quedé con la boca abierta. ¡Impresionantes! Es lo que yo llamaría “la reina de todas las playas”. Son absolutamente perfectas. Un mar azul turquesa, una arena blanca y fina, el clima más agradable del mundo, y el rumrum de las olas masajeando tus oídos… no se puede pedir más. Me he enamorado de La Romana, y estamos en el primer día. De las que me dio tiempo a ver, que quedo con Playa Minitas y Playa Bayahíbe, por decir dos (porque en realidad me gustan todas).
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Una de las cosas que suelo hacer en mis viajes es “mimetizarme” con el entorno, cuan camaleón. Así que me uní a un tour por la Bayahíbe rural. Ya me veis a mí tratando de parecer una autóctona (algo imposible a todas luces). Estuve hablando con algunos vendedores y lugareños, que me enseñaron muchas cosas de su vida diaria. Especialmente amables fueron unos pescadores, que me enseñaron las artes tradicionales que utilizaban. Me llamó la atención la calma con la que se tomaban las cosas. Salí con la sensación de que voy por la vida como un torbellino. ¡Esa gente sí que sabe vivir bien! Hay que disfrutar más y correr menos.
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El tercer día quería pasarlo en el mar, y tratar de bucear un poco para ver el magnífico espectáculo que es el fondo marino de La Romana. Como mis habilidades bajo el agua son más bien nulas, decidí contratar los servicios de una empresa que ofrece esta actividad de forma segura. Fui con ellos a Isla Catalina, donde me enseñaron lo básico y cuidaron de que no me pasara nada. Al final me salió un día redondo: estuve en una playa privada de la isla donde pude aprender a bucear con esnórquel y relajarme tras la experiencia. Lo mejor: ¡debajo de la superficie descubrí con mis propios ojos un mundo precioso!
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El último día en La Romana quería pasarlo descubriendo cosas que me gustan. El día anterior había visto un folleto que anunciaba una visita guiada a una plantación de café. ¡Café, lo adoro! ¡Me apunto! Y ahí estoy yo, cafetera en mano, esperando el bus que daría comienzo mi visita. La verdad es que me lo pasé muy bien, y fue muy instructivo. Nos enseñaron los distintos tipos de cultivo y pudimos probar varias muestras, que luego nos llevamos a casa. Totalmente recomendado si te encanta esta bebida energizante. El viaje también incluía una visita increíble que no me esperaba: Monkeyland. Es una enorme propiedad que lleva un matrimonio canadiense, donde hacen todo tipo de eventos culturales, y es asimismo un santuario de primates. Esta simpática pareja los cuida, y los monos andan libres por todos lados. Se llevan muy bien con la gente, y me recordaban a las típicas pelis de piratas. ¡Los monitos eran adorables!
Total, que la visita fue todo un éxito. Al volver me dio tiempo a disfrutar otro ratito de la playa, y de vuelta a casa me sentí muy satisfecha de los cuatro maravillosos días que pude experimentar en La Romana. ¡Volveré muy pronto!
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